Lamentablemente, el famoso Oste and Cuoco cerró debido a la pandemia y a la crisis económica, pero el imparable chef ya está buscando un nuevo club más pequeño donde continuar ofreciendo su cocina clásica pero innovadora.
Filippo descubrió su pasión por la cocina a una temprana edad. Sin embargo, no fue hasta 2001 que decidió ponerse el gorro de cocinero. Se mudó a Roma, se reinventó a sí mismo como “anfitrión y cocinero”, y un año más tarde abrió Zagara, su primer restaurante. Luego, en 2006, se mudó a Indonesia, donde se convirtió en consultor del Losari Coffee Plantation Resort, en Java. De vuelta en Italia, abrió un segundo restaurante. La Trattoria, justo al lado del Panteón. Este proyecto lo mantuvo ocupado durante tres años antes de que centrara su atención en Milán. Con el nombre adecuado de Oste e Cuoco, la última aventura de Filippo La Mantia se ideó para ser un espacio en el que uno puede sentirse libre y a gusto, hojeando un periódico o disfrutando de unos arancini.
Desde sus primeras experiencias en el mercado de Vucciria de Palermo, Filippo aprendió a reconocer las materias primas y a utilizarlas de la mejor manera, un proceso que comienza con el tacto y acaba involucrando a todos los sentidos.